lunes, 12 de mayo de 2014

Camino a Puerto Varas


Fue entonces
cuando el día sacudió su letargo.
limpiándose la cara de tanta amargura
para entornar los ojos y mirar al sol,
de frente y sin pudor.
El paisaje aclaró su garganta
con un sorbo de pálido rocío.
Un canto renovado
sacudió las entrañas de los cielos,
silbando el eco de los tiempos
posando sus rodillas
en la olorosa tierra
bautizada por la lluvia.
Son las manos de Dios las que me sostienen,
dijo, con un heroico murmullo.
Ellas son las que atravesaron nubes
para alisar la cabellera de los prados
y ornar con luminosas diademas
a las antiguas ciervas de la aurora.
Y todo sucedió profundamente,
sincrónica y perfecta sucesión
de adorables imágenes

y en todas ellas: tú.

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