Nunca le dí importancia a un sol a medias.
Prefería entender a la lluvia y a su intermitencia,
que coronaban a sirenas y tritones
tallados por las manos de seres milenarios.
Sí. Me entendía con la lluvia arrebatada
esa que reventaba contra la cubierta
haciendo de los miedos la desembocadura
en donde la tristeza perdía el sabor a fracaso.
En ese entonces era dueña de la ambición
hasta que el sol brilló como un disparo
y fragmentó mi pecho descubierto.
Me has hecho naufraga del abismo,
me has convertido en un caleidoscopio
de formas y matices del ahora.
Mujer inmóvil, fuego del olvido
me resigno a que
resbalen por mi talle las miradas curiosas
y los verbos nutridos por la sal y por el viento.
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