lunes, 12 de mayo de 2014

Clásico



Era mi casa un día tan silencio
como neblina
Solitaria, doliente barcarola
de huesos y de espuma.
Ni un pájaro anidaba en su tejado,
ni un gato maullaba en sus muros.
Sus largos corredores levitaban
entre helechos y cuerdas violín,
sus marmóreas escalas, artríticas
doncellas, todo el tiempo
rezumaban penurias y dolor
y aún así las napas arrastraban
un lechoso rumor esperanzado,
una ligera posibilidad
para reconstruir su frágil

arquitectura.

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